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Azotes o inyecciones, al azar

Un internado con cerca de 2.000 alumnos, varones y mujeres, a finales de los años cincuenta. El edificio del centro del recinto, alberga las dependencias centrales. Tomando una escalera situada en el ala sur, accedemos a la primera planta, donde una puerta abatible, de doble hoja, con cristales opacos, da acceso a un pasillo ancho, con puertas a los lados, de varios despachos; los últimos, a izquierda y derecha, el del director y la subdirectora. Después el pasillo toma el ancho del edificio convirtiéndose en una gran sala donde, tras un mostrador se encuentra el departamento de secretaría y sus tres empleadas. Ya al fondo, en el ala norte una pared con dos puertas de acceso a sendas habitaciones. El cartel identifica cada dependencia, a al izquierda el cuarto de castigo, a la derecha la enfermería. En los espacios entre las puertas, varias sillas que ocupan alumnos y alumnas, esperando -"el siguiente"- .El nerviosismo está latente, sus miradas cabizbajas, su larga espera mientras oyen tenuemente una veces, otras tan solo lo suponen, que es lo que está ocurriendo dentro, y por supuesto cuando ven salir a sus predecesores, el miedo se apodera de todos ellos.

El director y la subdirectora, salen de sus despachos y se dirigen al centro del mostrador donde una secretaria les entrega las listas de los citados. Ambos se alternan en las funciones, por lo que nunca sabe nadie quien sacude y quien pincha. Con frecuencia, tomando cada uno un camino diferente al lado del mostrador, juegan con los citados, sabiendo que en sus mentes hay cierta curiosidad por saber quien hace que ese día; no obstante, aunque cada uno acceda a una puerta, ambos cuartos están comunicados por una tercera puerta, interior. Cada alumno/a, tiene sus propias preferencias, respecto de a quien prefiere para que le aplique los azotes o las inyecciones.

En esta época el castigo corporal está permitido, y en est institución es de uso regular. Antibióticos, vacunas se aplican con bastante frecuencia mediante inyecciones. De este modo, el lugar es visitado a diario por varios alumnos, de hecho el alumno mas sano y el más correcto, pasa tres veces al año por esta sala; desde simples resfriados a la no-observancia del reglamento del internado, hacen que esa frecuencia suba considerablemente.

Sara, 8º curso.

"La mala suerte se ha cebado en mi, o tal vez yo jugué con mi suerte. Nos han pillado infraganti a Laura, a Rosa y a mí, haciendo novillos durante la hora de estudio, y me temo que nos hemos ganado una buena tunda, y yo me voy a llevar la peor parte, pues hoy tengo cita en el cuarto donde se imparten los castigos corporales, y tengo cita en la puerta de al lado, para mi cuarta dosis de penicilina, como indicación para curar unas anginas. Nos reunimos en el patio, nos miramos e iniciamos el camino, subiendo las escaleras, cruzando" la terrible puerta del infierno", atravesando el largo pasillo y entregando nuestras citaciones a las secretarias. Aunque parece que están a lo suyo, para nosotras es humillante tenerlas como testigos. Varios niños y niñas están sentados, en absoluto silencio, con miradas cabizbajas y gran nerviosismo y miedo. Nos fastidia que somas las mayores, y aunque nos hacemos las valientes, tememos puedan percatarse de nuestro miedo, idéntico al suyo. Todos los dias, de 5 a 6, los alumnos en tratamiento medico y los citados para recibir un castigo corporal, se reúnen aquí. Nosotras hemos cometido nuestra falta juntas, y juntas nos aplicaran el castigo: Seguramente, como sé por otras ocasiones, tendremos que sujetarnos unas a otras, haciéndonos mas participes del castigo si cabe. Después, seguramente pasaré a la enfermería por la puerta interior, y mi pobre trasero quedará..."

Preferencias de los alumnos

 

 

 

 

 

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